Ética del hacking

O lo que hace al hacker ético

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En la introducción del libro Secrets of a super hacker, el escritor Gareth Branwyn habla de las diferentes imágenes que los hackers han tenido a lo largo de los treinta y tantos años anteriores a la publicación del libro. Él menciona cómo en los años 60 y 70 los hackers tenían el perfil de "científicos independientes". Su ética se centraba en la creencia de que todo hacker debía tener acceso a la información y las herramientas que le ayudarían a mejorar la sociedad. Este objetivo benévolo se refleja en la definición inicial de hacking, utilizada por los estudiantes de ingeniería, que consistía en averiguar la forma de optimizar la tecnología bajo estudio.

Los hackers bienintencionados no solo trabajaban pensando en su derecho a la información, sino también en el de la humanidad. En el libro, cuyo autor es el hacker conocido como The Knightmare, se mencionan ideales de derechos humanos relativos al libre flujo de información. Entre otros, que todo el mundo sepa de la información que existe, que tenga libre acceso a ella y que sus ideas y preguntas sean escuchadas. Además, que cada individuo pueda controlar cómo se utiliza su propia información personal. A continuación, el autor define al hacking como la persecución de estos y otros ideales mediante el uso de computadores. Ahora nos es fácil identificar esa actitud de los primeros hackers en los manifiestos de Cyberpunk y Anonymous.

Branwyn explora los diferentes mitos que han alimentado las fantasías de los hackers de ser nómadas tecnológicos en un mundo despiadado, por el estilo del hacker como vaquero, pirata o cyborg. Supongo que a ti también te atrae la imagen del hacker héroe. En una sociedad en la que inteligentes son objeto de burla y maltratados por los que tienen fuerza física, el "nerdo" informático encuentra en el ciberespacio un lugar en el que se le permite ser el tipo rudo que derrota a estos últimos para ayudar a la gente a recuperar su libertad.

Sin embargo, las acciones de los "hacktivistas" y otros similares despiertan sentimientos encontrados en la gente. Sentimientos alimentados por los medios de comunicación y quizá coincidentes con las propias inclinaciones políticas de la gente. Pero lo que puede causar menos división de opiniones son los delitos cometidos por hackers maliciosos. En los años 80 y 90 fue cuando comenzaron en serio los enjuiciamientos y las oleadas de detenciones de expertos en informática cuyas intenciones eran poco honorables.

En el libro, se anticipaba que en el futuro el terrorismo informático se presentaría de forma significativa. Y así ha sido. Hoy en día ya conocemos muchos nombres de grupos dedicados al ransomware y sabemos que en este mismo momento se están produciendo ciberataques de muchos tipos en todo el mundo, lo que representa un costo considerable para las víctimas. Mientras tanto, la ciberseguridad intenta contrarrestar continuamente la fuerza de la ciberdelincuencia.

Para luchar contra los cibercriminales, la mejor apuesta ha sido la de evaluar preventivamente la seguridad de los sistemas a través de los ojos del atacante. Por suerte para la ciberseguridad, hoy en día se puede hackear legalmente. Los lectores habituales de este blog recordarán nuestro artículo ¡Piensa como un hacker! En él, urgimos a las organizaciones a entender cómo trabajan los hackers maliciosos, así como a contratar profesionales que intenten penetrar en las defensas de las organizaciones e informen de las debilidades detectadas. La estrategia de contratar a hackers bienintencionados para hacer algo bueno no es nada nuevo. Y me llamó la atención, como puede que a ti también, saber que al principio estos hackers eran a menudo ciberdelincuentes que se habían reformado. Los hackers contratados formaban "tiger teams" y ayudaban a gobiernos y organismos a mejorar su ciberseguridad. También desde el principio ha habido hackers que trabajan como evaluadores de seguridad autoproclamados y avisan a las empresas de problemas de seguridad en sus sistemas.

Con tanta información y satisfacción que se puede obtener hackeando sistemas, es una gran hazaña de los hackers de sombrero blanco no dejarse llevar por la curiosidad y atenerse a un código de ética. Sin embargo, cabe preguntarse si ese código debe figurar expresamente, por ejemplo, en documentos oficiales. En realidad, como escribió el periodista Stephen Levy en un capítulo de libro titulado "The hacker ethic", ni los manifiestos ni los misioneros tuvieron que inculcar principios a la comunidad hacker primitiva, sino que el computador hizo la labor de conversión. Es posible relacionar eso con lo que algunos autores argumentan, a saber, que a medida que se desarrollan los conocimientos informáticos crece también el respeto por los computadores y la información, y que la falta de habilidad y respeto hacia la integridad de los sistemas es mal vista por los hackers de sombrero blanco.

Pero un problema que puede justificar la formulación de una ética de hacking es que tanto el trabajo de los hackers maliciosos como el de los hackers éticos exigen las mismas aptitudes. Hemos descrito en otro artículo los comportamientos que demuestran ambos grupos: paciencia, determinación, astucia y curiosidad durante los procesos de exploración y explotación. Un estímulo reforzador de estos comportamientos puede ser el placer que se manifiesta en el complejo sentimiento de orgullo de sí mismo y de reconocimiento (ambos evidentes en las narraciones de The Knightmare). ¿Dónde trazamos el límite? Bueno, un desencadenante comúnmente mencionado del comportamiento delictivo informático parece ser la codicia. Y esto coincide con la motivación principal de los ciberataques, que suele ser un beneficio económico. Aparte de eso, considerar motivaciones como la insatisfacción política, la asunción de riesgos, el ganarse una reputación, la guerra, parecen devolvernos al punto de partida. La gran diferencia se encuentra en los efectos de las prácticas de cada grupo. Entonces aparece en escena la ética para regular a los hackers en este sentido.

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Afortunadamente, no nos faltan códigos de ética de donde escoger. El más conveniente aquí es el de The Knightmare, que considera los efectos de ejercer como hacker. Se establecen en él los principios que pongo aquí parafraseando al autor:

  • Un hacker nunca debería dañar, alterar o perjudicar voluntariamente a alguna tecnología o persona.

  • En caso de haber hecho daño, el hacker debería corregirlo y luego evitar volver a hacer el mismo daño.

  • Un hacker no debería lucrarse injustamente de un hackeo y no debe permitir que otros lo hagan.

  • Un hacker debería informar a los propietarios del sistema sobre las vulnerabilidades y debilidades de seguridad encontradas.

  • Un hacker debería impartir conocimientos cuando se le pida y compartirlos cuando disponga de ellos. (El autor añade que esto no es necesario, pero es cortesía).

  • Un hacker debería ser consciente de su posible vulnerabilidad en todos los ámbitos informáticos, incluso en el papel de hacker. El autor aconseja actuar con discreción.

  • Un hacker debería perseverar, pero no ser estúpido ni correr riesgos por mera codicia.

Además, The Knightmare ofrece un par de consejos. Uno es rodearse de personas que sigan el mismo código o uno similar. Otro es mostrar honestidad y compasión en los actos propios, lo que llevará a los demás a actuar de la misma manera y ahorrará al hacker problemas que puedan surgir por falta de amabilidad.

Ha pasado algún tiempo desde que se publicó Secrets of a super hacker. El contexto ha evolucionado y entre los cambios está la vinculación (y certificación) de los hackers éticos. Como ya dije, hay muchos más códigos de ética, y puede que ofrezcan algunos elementos que podrían añadirse a la lista anterior. Por ejemplo, Electronic Commerce Council (EC-Council), que expide las certificaciones de Certified Ethical Hacker (CEH), ofrece su propio código de ética. Entre los 18 ítems de su código, esta institución pide a los hackers que respeten la propiedad intelectual, eviten utilizar software o procesos ilegales, obtengan el consentimiento previo de los clientes para recopilar y manejar información durante el hacking, comprueben que sus habilidades (las del hacker) están a la altura de las tareas, lleven una buena gestión de los proyectos, no se asocien con hackers de sombrero negro y no sean condenados por ningún delito grave o por violar la ley del país. Además, algunas instituciones, como GIAC, que expide varias certificaciones de seguridad de la información, afirman oficialmente que investigarán la violación de su código de ética y someterán al transgresor a acciones disciplinarias.

Para concluir, aunque el hacking nació como una empresa benevolente -y aunque pueda parecer que los códigos de ética solo recalcan cómo ser una persona decente- ahora forma parte de una trayectoria profesional legítima y, como ocurre con las actividades de cualquier otra profesión -la cual también podría cruzar la línea de la corrupción-, ayuda mucho a los intereses de los hackers y de sus clientes el intentar garantizar que se haga pensando en el bien de los sistemas, de sus usuarios y de sus propietarios.

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